La paternidad de hoy

Colectivo Paideia
13:25


Por: Cinthia Godínez
Cuando acudo al colegio a dejar a mi hijo, me he percatado -desde el primer día hasta hoy-, que los papás han ido incorporándose a las tareas del cuidado de lxs niñxs junto a las madres.

Actualmente, ha ido en aumento la cantidad de padres que atienden a sus hijos e hijas, ayudándoles en sus tareas escolares, contribuyendo a las labores del hogar, cubriendo necesidades afectivas y emocionales y no sólo las económicas que, en otro tiempo se consideraron su obligación principal o tal vez, la única. Están empezando a entender que no están ayudando a las mujeres en el cuidado de los hijxs, sino que están ejerciendo de manera responsable su paternidad. La figura paterna es igual de relevante que la materna, y hay más padres que lo saben, por lo que cada vez son más los que deciden tener un rol más activo que el de ser solo proveedores.
Así como hay madres solteras que han sacado adelante a sus hijxs, también hay hombres que se han hecho cargo de su familia sin contar con una pareja, y hay padres responsables y presentes en la vida de sus hijxs ejerciendo la paternidad de manera admirable, afrontando los retos que conlleva la formación de la familia que es la base de la sociedad.

Reflexionando sobre el tema me pregunto ¿qué es lo que ha llevado a la evolución en el rol del padre? Probablemente lo que se ha nombrado como “parentalidad reflexiva”. Su definición hace referencia  al proceso psíquico que va evolucionando conforme se dan las experiencias y vivencias de ser madre/padre, pero en el que también está contenido lo transgeneracional, o sea, el proceso psicológico de convertirse en madres o padres.
Cuando hablamos de maternidad y paternidad debemos tomar en cuenta varias cuestiones. En primer lugar, cada persona está inmersa en una cultura determinada e influida por ésta. Asimismo, cuenta con una experiencia particular conformada por un cúmulo de vivencias, conceptos, sentimientos e ideas relacionadas al ser hijo o hija, amigx, primx, hermanx, y también, madre o padre. Finalmente, cada persona presenta una idea previa de cómo sería cada uno en su rol de madre o padre a la hora de ejercerlo.
Si bien las experiencias nunca son idénticas -porque todxs somos distintxs y vivimos cada suceso de nuestra vida de modos diversos-, al referirnos a la “parentalidad reflexiva” pensamos en un modo particular de ejercer los roles de madre, padre o cuidador como únicos.
Por eso el día de hoy me permito felicitar a los papás que han dejado de seguir el estereotipo social que implica ser solo proveedor para atender a sus hijxs, escucharles, acompañarles o realizar actividades como cocinar o jugar; a los que han decidido ser más que una “figura de autoridad”, anteponiendo el diálogo y favoreciendo una crianza respetuosa; a los que contribuyen a mejorar la sociedad formando hijxs más sanos, felices y capaces de alcanzar su máximo potencial.
¡Felicidades a los que han descubierto la belleza de la paternidad y la maravillosa experiencia de ejercerla!

Referencia


¿Qué es la parentalidad reflexiva?, Nacer Padres, Posted 12 February, 2016. Fecha de Consulta: 22 de octubre 2017 a las 23:47 hrs. Disponible en: http://nacerpadres.com.ar/notas/que-es-la-parentalidad-reflexiva/

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La empatía como camino hacia la inclusión

Colectivo Paideia
17:43


Por Antonio Morales

La exclusión social es un concepto de connotaciones negativas, en términos de aquello de lo que se carece y se necesita, es decir, nos referimos a aquellas situaciones en la cuales se produce una falta o ausencia de algo que resulta casi imprescindible para la vida integrada de los seres humanos. Por lo tanto, su compresión total sólo es posible en función de la otra parte de la polaridad conceptual de la que forma parte, de su referente alternativo: la idea de inclusión. La exclusión social implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector integrado y otro excluido. Forman parte de una dialéctica inclusión-exclusión (Checa Olmos & Arjona Garrido, 2005).

Un enfoque inclusivo pretende valorar la diversidad como un elemento enriquecedor del proceso de enseñanza-aprendizaje y, en consecuencia, favorecedor del desarrollo humano. Inclusión implica una actitud y un compromiso con un proceso de mejora permanente; conlleva el esfuerzo de análisis y reflexión de culturas, políticas y prácticas educativas, así como la identificación de barreras y objetivos de mejora. Avanzar en inclusión es avanzar en actitudes de respeto, tolerancia y solidaridad; es aprender a convivir conviviendo.


Para hacer realidad estos objetivos, y no se queden sólo en buenos deseos, es precisa la información, sensibilización y mentalización de todos los agentes de la comunidad educativa, incluidos los estudiantes. Por este motivo, es importante que los docentes asuman la responsabilidad de formar en la diferencia. Las diferencias encierran grandes oportunidades de aprendizaje, puesto que constituyen un recurso gratuito, abundante y renovable. De esta manera, se podrá reconocer la diversidad como una oportunidad para enriquecer las interacciones y los aprendizajes. Es necesario “socializar la diferencia” a partir de información y de ejemplos adecuados para la interacción (FEVAS, 2012).

La integración educativa y social se acompaña de un proceso constructivo de condiciones favorables para las personas que lo requieran, pero no es necesario esperar que todas estas condiciones estén dadas para realizarla. Su construcción es gradual como parte de ese mismo proceso, donde la transformación de las representaciones sociales es fundamental, entre ellas, el reconocimiento de sus derechos, y procurar el cumplimiento de los objetivos generales de la educación tendientes a desarrollar las posibilidades del sujeto acorde a las transformaciones sociales, culturales y políticas. La transformación de las actitudes sociales en sentido positivo, facilita la inserción de la persona con discapacidad y sin discapacidad en el mundo social y laboral (Santori de Azocar, 2010).


Tony Booth y Mel Ainscow (2002), con la publicación de Index for Inclusion, sentó las bases teóricas y prácticas para mejorar la inclusión en el sistema educativo del Reino Unido y el Consorcio Universitario para la Educación Inclusiva adaptó el documento al sistema educativo español. El Index for Inclusion propone un procedimiento para la creación y auto-evaluación de las tres dimensiones básicas de una educación inclusiva, que son:

à  Creación de culturas inclusivas. La cultura está compuesta por los principios y valores que guiarán las decisiones y actuaciones cotidianas de toda la comunidad educativa y que se transmitirán a los nuevos miembros. Ha de orientarse a la creación de una comunidad escolar segura, acogedora, colaboradora y estimulante en la que cada alumno es valorado, para que todos tengan mayores niveles de logro (Booth & Ainscow, 2002).

à  Elaboración de políticas inclusivas. La cultura inclusiva del centro ha de concretarse en políticas específicas que articularán a su vez las prácticas o actividades de apoyo dirigidas a atender la diversidad del alumnado (Booth & Ainscow, 2002).

à  Desarrollo de prácticas inclusivas. Dichas prácticas han de reflejar la cultura y políticas inclusivas, de forma que las actividades del aula y las extraescolares motiven el aprendizaje activo de todo el alumnado (Booth & Ainscow, 2002).

La formación de los formadores en educación requiere la adquisición de los conocimientos y habilidades para trabajar con estudiantes diversos y desarrollar competencias con un enfoque inclusivo en la formación, donde se analice la práctica y los contextos. Y además que el docente investigue, documente, sistematice y evalúe sus procesos y resultados (Santori de Azocar, 2010).

El principal reto para poder trabajar con la diversidad en cualquier acción educativa estriba en identificar las diferencias de los estudiantes para poder incluir e integrar. Desde un punto de vista educativo, la atención a la diferencia tiene por objeto garantizar una educación de calidad para todas las personas. Es debido a esto que es importante considerar que cada estudiante es y aprende de forma distinta, por eso se debe diseñar contextos e intervenciones adecuadas a todos los estudiantes atendiendo a sus procesos cognitivo-actitudinales, intereses, expectativas, niveles de acceso, identidades culturales, etc. Es decir, la intervención distinta debe ser la norma porque cada estudiante es y aprende de manera diferente.

Booth, A., & Ainscow, M. (2002). Index for Inclusion: developing learning and participation in schools. London: CSIE.
Checa Olmos, J. C., & Arjona Garrido, Á. (2005). Factores que determinan el proceso de exclusión de los barrios periféricos: el caso de “El Puche”. Scripta Nova.
FEVAS. (2012). Guía de Materiales para la Inclusión Educativa: Discapacidad Intelectual y del Desarrollo. España: Federación Vasca de asociaciones en favor de las personas con discapacidad intelectual.
Santori de Azocar, M. L. (2010). Discapacidad y Representaciones Sociales: De la Educación Especial a la Educación Inclusiva. Argentina: San Juan: Universidad Nacional de San Juan.


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El descanso: una necesidad poco valorada

Colectivo Paideia
18:44


Por: Verónica Estrada


Actualmente, no es raro escuchar entre familiares, amistades o pareja, frases como “estoy muy ocupadx”, “no tengo tiempo”, “tengo muchas cosas que hacer”, pues las exigencias laborales y personales, sumadas al ritmo de vida acelerado en el que nos encontramos en las grandes ciudades, nos limitan para gozar de un descanso apropiado que nos permita recuperarnos física y mentalmente, salvo en las tan anheladas vacaciones que para muchxs, se restringen a un par de días por año y que por supuesto no siempre son suficientes para emprender acciones que ayuden a reponer fuerzas y despejarse totalmente de la cotidianidad.


Además, hoy en día las jornadas laborales son extenuantes lo que implica que, en muchas ocasiones, se labore más de 8 horas diarias, más el tiempo de traslado de casa-trabajo-casa, prácticamente no hay el suficiente espacio para reposar. También ocurre que el trabajo se prolonga hasta los fines de semana, para quienes supuestamente gozan de sábado y domingo para descansar. Y qué decir de los compromisos familiares y sociales, así como las actividades del hogar que se tienen que cumplir, por lo que nuevamente el tema del descanso queda a un lado y se considera un “lujo” al que no todxs pueden acceder.

Pero ¿qué factores están influyendo para que el tema del descanso se tome como una necesidad secundaria? Inicialmente, debemos revisar qué es y qué implica el descanso. El descanso puede definirse como un estado de actividad mental y física reducida, que hace que la persona se sienta fresca, rejuvenecida y preparada para continuar con las actividades cotidianas. Asimismo, el descanso no es simplemente la inactividad, pues requiere tranquilidad, relajación sin estrés emocional y liberación de la ansiedad, es decir, la persona que descansa se encuentra mentalmente relajada, libre de ansiedad y físicamente calmada.

Ahora bien, el significado de descanso varía de acuerdo a cada persona, pues cada una tiene hábitos personales distintos para descansar como pueden ser leer, realizar algún tipo de ejercicio (incluyendo de relajación), dar un paseo e incluso dormir. Aún con los diferentes enfoques personales, podemos identificar algunos factores en común que ayudan a que las personas descansen:

- Cuando las personas sienten que las cosas están bajo control, libres de preocupaciones.
- Están libres de irritaciones o molestias.
- Realizan un número satisfactorio de actividades concretas.
- Saben que recibirán ayuda cuando lo necesiten.
- Comprenden lo que ocurre a su alrededor.
- Cuando existe comodidad física.
- Sueño suficiente y de “buena calidad”.

El descanso no solo implica inactividad o dormir, sino aprovechar nuestro tiempo libre en acciones que favorezcan un verdadero recreo. No obstante, en nuestra sociedad y cultura- que se encuentra permeada por el consumismo- poco se permite descansar, pues nos centramos más en la productividad que en la calidad humana. Generalmente se toma al ocio como algo negativo y se reprocha con frases como “la ociosidad es la madre de todos los vicios” o “deja de estar de ociosx y ponte a hacer algo productivo”, por mencionar algunos casos. Dichos factores, en determinado momento, nos condicionan a buscar constantemente que hacer y a descansar poco.

Si puntualizamos la definición del ocio según la Real Academia Española, nos encontramos que se define como: “la cesación del trabajo, inacción o total omisión de actividad; tiempo libre de una persona o diversión y ocupación reposada”. Por tanto, la connotación que le hemos dado a este concepto, no ha sido el más adecuado. Asimismo, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se asienta que toda persona tiene derecho al descanso y no debiera ser un privilegio solo para algunxs.

Cabe señalar que cuando hablamos de tiempo libre, es importante que parte de la propuesta del descanso implique emplear adecuadamente nuestro tiempo libre y para ello, como en la mayoría de los casos, la educación desde temprana edad, es la pieza clave para que este tiempo de ocio favorezca la creatividad, fortalezca los lazos afectivos con nuestras familias y amistades, previniendo en muchos casos problemas como las adicciones. El aprovechamiento del tiempo libre promueve valores como la tolerancia, la amistad y por tanto, la paz en nuestra y en otras naciones.

Descansar adecuadamente, es decir, hacer útil el tiempo de ocio, también favorece el descubrimiento del sentido de vida; desmitifica la tecnología, cuestiona la productividad como único fin, así como el consumismo, y promueve la educación permanente. Nos permite disfrutar lo gratuito en una atmósfera de comunicación, cooperación y contemplación, permitiéndonos el encuentro con nuestro ser.

¿Consideras que es posible descansar y llevar a cabo las acciones necesarias para ello? Compártenos tu opinión.




Referencias

Goñi, J. I. (2017). La educación internacional de la UNESCO en la gestión del ocio. Obtenido de UNESCO: http://unesdoc.unesco.org/images/0025/002527/252741s.pdf
UNAM. (s.f.). Necesidad del descanso y sueño. Obtenido de Material complementario. Enfermería comunitaria: http://mira.ired.unam.mx/enfermeria/wp-content/uploads/2013/05/necesidades.pdf

  

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Lo que no se nombra no existe

Colectivo Paideia
15:49


                                                                                     Por: Josué Martínez


En mi primera entrega para este blog de Colectivo Paideia, trataré sobre la importancia de nombrar.


¿Por qué elegí este tema? Al integrarme a este valioso equipo de trabajo denominado Colectivo Paideia, me he documentado con diversos textos y al navegar por este interesantísimo blog me encontré la frase: “Lo que no se nombra no existe”, de un artículo realizado por mi compañera Eurípides Blue: “El lenguaje, la madeja que teje nuestra trama social.” La frase que da título a este a artículo hizo eco en mi persona y me permitió reflexionar sobre el lenguaje que utilizamos en nuestro andar social e individual.

Existe una amplia gama de posibilidades de nombrar, todas muy importantes, y desde la psicología podemos comenzar a abordar este tema. En psicología, tenemos la práctica clínica que la podemos denominar, a grandes rasgos, como la interacción e intervención de la psicóloga/el psicólogo con la paciente/el paciente. En esta propuesta se realiza un diálogo, existen palabras dichas y una atenta escucha. Entonces, ¿cuál es la esencia de la relación psicólogx y paciente? El hablar, el nombrar.

El nombrar nuestros sentimientos, pensamientos y emociones dentro del espacio clínico (un espacio que deriva a la reflexión, a la deconstrucción, a la resignificación de lo que constituye nuestro ser) nos permite explorar nuevos horizontes.



En psicoanálisis, nos encontramos con el saber de que el sujeto está hecho de palabras, ya sean conscientes y/o inconscientes. Palabras que nos dijeron desde tiempos infantiles y se nos fueron “pegando”, dando a cada unx de nosotrxs diversos significados de esas palabras y así, el resto de los demás días hasta nuestro presente.

¿A qué voy con esta reflexión? Nuestro lenguaje tiene mucho que ver con nuestra historia. Con historias contadas y no contadas, con historias sabidas y otras reprimidas, dicho sea de paso, con un posible “aprendizaje ingenuo” de nuestros antepasados. Por lo tanto, Freud (1921) nos refiere sobre lo que no es percibido en tanto a la represión que: “De acuerdo con el testimonio del psicoanálisis, casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas -matrimonio, amistad, relaciones entre padres e hijos-, contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido.” (Freud, 1921) La época en que vivimos, y que ha sido muy cuestionada desde los conceptos de modernidad y posmodernidad, trae consigo las ideas de globalización, inclusión, libertad de pensamiento, que a mi parecer proponen, nombran y por consecuencia incluyen la existencia de objetos y personas que, anteriormente y siguiendo un concepto psicoanalítico, se encontraban reprimidas. Lo reprimido en nuestro lenguaje muestra caracteres sexistas, de no inclusión y así, de ejercicios de poder desde puntos de vista patriarcales.

Entonces, si nos damos a espacios clínicos, es decir, a espacios de análisis, de reflexión de nuestras posturas, podremos llegar a horizontes que nos darán una mayor perspectiva de nuestra relación de unx mismx con unx y así en consecuencia, con el otrx. Para re-conocer-nos con las nuevas formas de comunicación que serán muy importantes en nuestros vínculos dentro de la sociedad.

Referencias:
Eurípides Blue. El lenguaje que teje nuestra trama social. (S. F.). Obtenido de Colectivo Paideia: https://colectivopaideia.blogspot.mx/2017/09/el-lenguaje-la-madeja-que-teje-nuestra.html el día 29 de noviembre de 2017.

Freud, S., (1921). Psicología de las masas y análisis del yo, pág. 19. Versión digital de Luarna Ediciones descargado en http://www.labibliotecadejuanjo.com/2016/12/psicologia-masas-analisis-yo-freud-pdf.html el día 29 de noviembre de 2017.

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Mi historia con Diego

Colectivo Paideia
17:00

Por: Lucía Velasco

Mi recuerdo más lejano de Diego es de cuando yo tenía doce años (por allá de los inicios de los años ochentas) y andaba con mi mamá y hermano en todos los museos de la Ciudad de México (por lo menos, los que creía que eran todos), conociendo la obra del maestro. El Museo de Arte Moderno, las paredes de Palacio Nacional, el mural de Bellas Artes (reproducción del que “borraron” en el lobby del Rockefeller Center en Nueva York), la Casa Azul -de Frida- en Coyoacan, las casas gemelas  de San Ángel y, por último, el majestuoso museo-estudio Anacahualli, en donde dicho sea de paso, me asombré con la más grande ofrenda de Día de Muertos que he visto en mi vida.

No recuerdo la razón de ese recorrido. Mi madre y hermano tampoco. Por supuesto, a esa tierna edad no comprendí la obra, lo que sucedió con esas visitas fue el inicio de mi relación con dos de los personajes más interesantes de la historia cultural mexicana: Diego Rivera y Frida Kahlo.

En esta ocasión sólo escribiré de él: el maestro, “el Gordo”, el queridísimo Diego Rivera. Conocer su obra es comprender parte de lo que ahora reconocemos como nacionalismo y revisar, a través de su pintura, la historia de esta nación, desde nuestras culturas precolombinas hasta el México de la posrevolución.

El maestro nació en Guanajuato, Guanajuato, en 1886 y cuenta la historia que de niño se entretenía en dibujar… ¡en las paredes de su casa! Antes de los diecinueve años fue expulsado de la Academia de San Carlos, aquí en la Ciudad de México, y Antonio Rivas Mercado (el arquitecto que diseñó el Ángel de la Independencia), director de la Academia, le ayudó a conseguir una beca para estudiar pintura en Europa. Allá pasó quince años: España, Italia, Francia.

Regresó a México en 1922, justo cuando la revolución parecía terminarse, pero a tiempo para participar en uno de los movimientos culturales más interesantes que han sucedido en este país.

Junto con Siqueiros y Tamayo fundó el Sindicato de Pintores, que contó con la complicidad de José Vasconcelos para crear la corriente pictórica que hoy conocemos como muralismo. Las paredes de los edificios públicos se convirtieron en extensos lienzos en las que quedó plasmada la propuesta de lo que era México para estos creadores.

En el caso de Rivera su obra la podemos apreciar en el Palacio de Cortés en Cuernavaca, en Palacio Nacional, el Palacio de las Bellas Artes, en la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la Ciudad de México y la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo; además de algunos edificios privados, como el mural que hizo para el Hotel Regis (mural que fue rescatado del derrumbe del temblor del 85 y preservado como el Museo Mural Diego Rivera ubicado en la Alameda Central de esta ciudad); además del Museo Dolores Olmedo y otros ya mencionados.



Colores vivos, personajes y escenas representativas de la vida mexicana, en la ciudad y el campo. Amor y violencia. Vida y muerte. El México prehispánico, el colonial, el independiente y el moderno. Imágenes que representan nuestro imaginario colectivo actual. 

Durante este periodo Diego milita en el Partido Comunista, estudia nuestra cultura prehispánica junto a Siqueiros, viaja constantemente al extranjero para cumplir compromisos de trabajo para los que es contratado y vive un tormentoso matrimonio de veintisiete años con Frida. El pintor corre con la suerte de poder disfrutar su éxito en vida.
A su muerte el maestro deja su obra y propiedades al pueblo mexicano, en un fideicomiso privado que asegura la estancia y propiedad de su obra, colecciones de arte prehispánico y objetos de su vida personal (de él y Frida) en nuestro país. Cumpliendo así con sus principios de izquierda: el arte y la cultura son del pueblo, para el pueblo.


Hace pocos años conocí los murales de la SEP y me sigo sorprendiendo con los trazos y las formas, llenas de fuerza, vida y color. ¡Descúbranlo! 

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Hablando de violencias y traiciones

Colectivo Paideia
14:39


Por Nadia Sierra Campos

Hace 50 años era impensable que habláramos de violencia hacia las mujeres, que esta pudiera denunciarse y que hubiera políticas públicas de atención o leyes e instituciones para su castigo, y no es porque no existiera, sino que estaba confinada a un espacio privado, por tanto, no era visible.

La violencia contra la mujer es un fenómeno social resultado del sistema patriarcal, que determina un tipo de relaciones de género asimétricas y que coloca a aquella en una situación de alta vulnerabilidad y agresión en todas sus expresiones.

El feminismo como ideología y movimiento político mundial, aportó al debate de la violencia en razón de género. Contribuyó a explicar las razones estructurales del desequilibrio e inequidad entre mujeres y hombres, reflejado no sólo en las relaciones de violencia masculina, sino en otras formas de opresión y subordinación.


Para los feminismos, el patriarcado es la base estructural e ideológica para que se mantenga la violencia de género. Se entiende a este como la forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, y que instruye el predominio del hombre sobre la mujer, o de lo masculino sobre lo femenino; del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre, sus hijas e hijos, el patrón sobre la empleada o el docente sobre la alumna.

El patriarcado surge de una histórica toma del poder por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y la función reproductiva de las mujeres y de su producto, así como de sus decisiones, creando un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como la única estructura social posible.

Ese patriarcado ha ido mutando y reposicionándose en sus expresiones materiales y simbólicas, persistiendo el nudo central que lo sustenta, que es el ejercicio del poder masculino sobre las mujeres, lo que le supone el derecho de oprimirla, subordinarla y ejercer diversas formas de violencia hacia ella, desde insultos, menosprecio verbal, el uso de genitales o su cuerpo para ultrajarla, hasta darle muerte.

Históricamente, a la par del patriarcado, las diversas manifestaciones de violencia contra la mujer se han ido reconfigurando de acuerdo al desarrollo de las sociedades, con características particulares según las diferentes culturas, pero presente en todas.

Estos estudios, señalamientos, lucha y visibilización de la violencia hacia la mujer trajo como consecuencia -entre otras acciones- que en 1999, en el seno de las Naciones Unidas, el 25 de noviembre fuera declarado Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, para recordar a gobiernos y sociedades que dicha violencia es un delito, una violación a derechos humanos, un problema de salud pública y una de las peores calamidades que la historia puede registrar.

La magnitud y presencia de las violencias hacia las mujeres es tal, que en México se han “modernizado” y actualizado leyes, se han creado agencias especializadas en delitos de género o se han diseñado protocolos para la atención y sanción, pero aún con más instituciones y normas, no se ven cambios significativos.

Por el contrario, la crueldad y brutalidad con que se manifiesta cotidianamente nos lleva a pensar que este fenómeno ha encontrado mejores condiciones para su reproducción. Y la anterior afirmación se puede constatar con los recientes datos[1] aportados por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que señalan que en la región cada día se consuman 12 feminicidios, de los cuales 7 se cometen en México.

¿Pueden imaginar? 7 mujeres mueren en nuestro país diariamente a manos de sus parejas, exparejas o desconocidos, sólo por ser mujeres, por no acatar las reglas del poder y la subordinación. Esta cruda realidad es mayormente aterradora cuando hacemos el conteo de que alrededor de 200 mujeres son asesinadas al mes y cerca de 2,500 al año. En 30 años se han asesinado 50 mil mujeres (5 veces el Auditorio Nacional lleno).


Y todavía los datos nos demuestran otras realidades, como el hecho de que las personas más cercanas son las más peligrosas para las mujeres y que el hogar es el lugar de mayor riesgo.

Quien diría que aquella frase “juntos hasta que la muerte nos separe” está tan presente cuando quien mata es quien prometió acompañar en la salud y la enfermedad o quien juro quererte para toda la vida; este es el verdadero fondo de la traición y de la comisión de las violencias con premeditación y ventaja.

A pesar de estas devastadoras cifras e información, hablar de y hacer frente a las violencias hacia la mujer no sólo es una obligación de Estado, sino también una responsabilidad de la sociedad en su denuncia y no normalización. Hay que seguirlo diciendo fuerte y quedito #Nomásviolenciahacialasmujeres.





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[1] Datos consultados en el sitio web http://www.excelsior.com.mx/nacional/2017/10/25/1196982, el 22 de noviembre de 2017

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¡Qué Viva México!

Colectivo Paideia
16:10

Por: Lucía Velasco

Obra de arte y curiosidad cinematográfica ¡Qué Viva México!, retrata de nuestra historia nacional como ninguna otra película. Lo que llama la atención es que su director y el equipo de producción ¡eran rusos!

 A cualquiera que le gusta el cine, y para ser más precisos, cualquier cinéfilo del cine mexicano sabe de la importancia que implica la referencia histórica de la película épica ¡Qué Viva México!, de Eisenstein filmada por allá de los lejanos años treintas del siglo pasado.

Pero, hagamos un poco de historia. Sergei Eisenstein es reconocido dentro de la historia mundial cinematográfica por sus películas creadas en los años veinte (¡cuando el cine era mudo y en blanco y negro!), en especial por El acorazado Potenkin (Rusia, 1925). Debido a su proyección internacional, Hollywood lo llamó a tierras americanas (desde entonces la gran meca del cine así busca llenar el compromiso que con el arte tiene el celuloide, como también sucedió con el caso del español Luís Buñuel); sin embargo, Hollywood y el director nunca pudieron encontrar un interés común para narrar historias.

De alguna manera (que nunca he comprendido del todo y en los pocos libros de historia del cine que conozco, nunca me lo han aclarado), Eisenstein, junto con su asistente Grigory Alexandrov y el fotógrafo Eduard Tissé, se encontraron en territorio nacional, bajo la tutela de los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, para conocer y recorrer durante dos meses tierra mexicana y para llevar a cabo el proyecto titulado: ¡Qué Viva México!

La película nunca fue terminada. ¿Las razones? Una sola y tan común que resulta vulgar: la
falta de dinero. El equipo ruso tuvo que regresar a su país y, como el dinero para la producción era norteamericano, el material se retuvo en Hollywood. Así el mito comenzó. Fue hasta la década de los setenta, a casi cincuenta años de ser filmada, en que Grigory Alexandrov (Eisenstein y Tissé ya habían fallecido) se reencontró con el material (preservado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York) y se pudo editar la cinta con ayuda de los apuntes originales del director.

¡Qué Viva México!, está conformada por seis documentales: un prólogo, cuatro episodios y un epílogo, en los que se abordan diferentes momentos de nuestra historia nacional.

El prólogo es una representación del México prehispánico. Ese de antes de la llegada de los españoles, y que sabemos es importante por su riqueza cultural, sus adelantos científicos y su sistema social establecido, representado majestuosamente con las pirámides.

El primer capítulo “Sandunga”, representa la vida indígena con una boda en Tehuantepec; el segundo capítulo “Fiesta”, vincula el México indígena con el México colonizado a través de la celebración a la Virgen de Guadalupe y de la fiesta brava; en “Maguey”, el tercer capítulo, se nos narra la historia de amor e injusticia, que tantas veces existió en los campos mexicanos, entre el campesino y su patrón (aquí se exponen las razones que llevan a la población a la búsqueda de la revolución). Finalmente, en“Soldadera” (capítulo que no se llegó a filmar) se abordaría la Revolución Mexicana, desde el sacrificio real y mitificado de la mujer del soldado revolucionario.

El epílogo muestra al México moderno a través de la festividad del Día de muertos, en donde se fusionan el mundo moderno del siglo XX con las tradiciones ancestrales nacionales.

¡Qué Viva México!, se convirtió en una de las precursoras por esa búsqueda de la identidad nacional dentro del movimiento intelectual y de las artes plásticas posrevolucionario de las décadas de los veinte, treinta y cuarenta, y fue inspiración de lo que harían después directores como Emilio “El Indio” Fernández.

Hace algunos años, tuve la oportunidad de ver la película en una exhibición en en el Teatro de la Ciudad, como parte de las actividades culturales de la Secretaria de Cultura del DF (todavía no éramos Ciudad de México), y fue musicalizado en vivo por la banda multicultural de jazz Nine Rain. La experiencia, lectores míos, es indescriptible: música en vivo y cine silente con un tema que toca el corazón. ¿Cómo describirlo!

Si son amantes del cine, cuando tengan la oportunidad, tienen que ver estas impresionantes y esplendorosas imágenes en pantalla. No dejen pasar la oportunidad.

Ficha técnica:
Nombre de la película: ¡Qué Viva México!
Producción: URRS / EEUU/ México
Dirección: Sergie M. Eisenstein.
Guión: Sergie M. Eisenstein y Grigory Alexandrov.
Fotografía: Eduard Tissé.

Edición: Sergie M. Eisenstein (parte del guión original); Grigory Alexandrov.

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