La solidaridad, el valor de ayudar

Colectivo Paideia
10:41

Por: Verónica Estrada

En mi transitar diario por esta ciudad, miro a mi alrededor y noto la apatía en las personas. Parece que cada una de ellas está sumergida en su propio mundo -por supuesto me incluyo en ese comportamiento-. También, es común observar situaciones como: una persona que necesita ayuda en medio de una crisis nerviosa o una caída, un niño o niña ofreciendo a la venta un dulce, alguien que carga bultos pesados, o tan simple, como alguna persona que necesita encontrar el nombre de alguna calle. Es en esos momentos, cuando me cuestiono mi vocación por ayudar, uno de los tantos motivos por los que estudié la licenciatura de Psicología.

En estos contextos, en los que alguien necesita de alguien, podría esperar que por la evidente apatía, nadie haga nada; sin embargo, siempre aparece una persona dispuesta a tender la mano, a llamar por teléfono o auxiliar de alguna forma, pese a la inseguridad social en la que vivimos en ésta y en otras tantas ciudades -y que nos ha enseñado a desconfiar del otrx-.

Es precisamente el miedo y la desconfianza los que me han paralizado, hasta que hace algunos meses, la vida me puso en una situación vulnerable y necesité ayuda de los demás. 

En esa ocasión iba a desmayarme en la calle, por suerte me auxiliaron, inicialmente dos mujeres y después dos hombres. No solo me apoyaron en términos físicos, sino que fueron afectuosxs y sumamente empáticxs, lo que en ese momento me hizo sentir realmente afortunada. Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre el verdadero valor de la solidaridad, porque no solo se necesita creer que a unx le gusta ayudar sino que, literalmente, se necesita valentía para ponerlo en práctica.

Pero, ¿qué es ser solidario? ¿Por qué es tan importante hablar sobre el tema?  ¿Será posible que este valor pueda ponerse en práctica en nuestra vida cotidiana y en las condiciones en las que nos encontramos actualmente? Me refiero a cualquier ámbito: familiar, social o laboral. 

La palabra solidaridad proviene del latín “soliditas” que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.

Desde la perspectiva teológica o espiritual, el concepto de solidaridad está estrechamente vinculado con el de fraternidad entre los seres humanos, que les impulsa a buscar el bien de todas las personas solo por el hecho de que todas son iguales en dignidad gracias a la filiación divina.

En el área del derecho, se entiende que los socios son solidarios cuando son individualmente responsables por la totalidad de las obligaciones.

Jurídicamente, la solidaridad implica una relación de responsabilidad compartida, de obligación conjunta.

La doctrina social de la iglesia cristiana define la solidaridad como sinónimo de igualdad, fraternidad, ayuda mutua, en un todo unido a los conceptos de responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación.

Ahora bien, la solidaridad es ante todo un valor y los valores son entendidos como un conjunto de normas de convivencia válidas en un tiempo y época determinada. Estos no son posibles de imponerlos por la fuerza, al contrario se promueven a través de la educación, inicialmente en casa y después en la escuela y/o en el contexto social en el que se desarrolla cada persona. Tomando en cuenta esta idea, la solidaridad es una responsabilidad mutua contraída entre varias personas y que nos hace colaborar de manera circunstancial en la causa de otrxs.

Así, la solidaridad se desprende de la naturaleza humana, indicando que el ser humano no está solo, que prefiere vivir acompañado porque es social en su naturaleza y no puede prescindir de sus iguales, ni tampoco intentar desarrollar sus capacidades de manera independiente.

La solidaridad se identifica como uno de los valores fundamentales para las relaciones internacionales del siglo XXI, tema primordial que define el trabajo de la Organización de las Naciones Unidas. Recordemos que la ONU tiene como premisa básica, promover la paz, los derechos humanos y el desarrollo económico y social de las naciones. Fue el 22 de diciembre de 2005, que la Asamblea General proclamó el 20 de diciembre como el Día Internacional de la Solidaridad Humana, día que busca fomentar nuestra unidad en la diversidad y proponer nuevas iniciativas para erradicar las diferentes problemáticas internacionales, como la pobreza, la falta de educación, la inseguridad y la discriminación.

Considerando el panorama general de cada comunidad, la solidaridad es indispensable como un medio de progreso en nuestro entorno más próximo (casa, escuela, trabajo, colonia, ciudad o país), ya que el fortalecimiento de ésta, permite la solución de problemas económicos, sociales, culturales y humanitarios, problemas a los que nos enfrentamos diariamente y que representan varios obstáculos, tanto a nivel general como particular, dependiendo del lugar donde nos encontremos,  para alcanzar una vida digna.

Consideremos que la solidaridad busca que actuemos de forma diferente a la indiferencia, busca el bien prójimo y el ayudarnos mutuamente. Me parece que es factible iniciar con pequeñas acciones, como por ejemplo en el transporte público, al ceder el asiento a las personas mayores, a los hombres y las mujeres con alguna discapacidad o que llevan bebés o niñxs pequeñxs en brazos; en el terreno familiar, al escuchar y apoyar a nuestros seres queridos cuando enfrentan alguna dificultad, colaborar en casa con los quehaceres domésticos o con la crianza de los hijxs y, en nuestros empleos, aprendiendo a trabajar realmente en equipo, tomando en cuenta que funcionamos mejor como empresa o como seres humanos, si nos damos la mano y caminamos a la par, aún con nuestras diferencias que nos distinguen.  A ti, ¿qué otras maneras se te ocurren de ser solidario día con día?

Referencias
Lares Negrete Lucía Amanda, Los valores universales.  Fecha de consulta: 08/06/2017 20:00 hrs. https://www.uv.mx/psicologia/files/2014/11/VALORES-UNIVERSALES.pdf
Organización de las Naciones Unidas.  Fecha de consulta: 08/06/2017 19:00 hrs. http://www.un.org/es/events/humansolidarityday/background.shtml 

Moënne B, Karla, El concepto de la solidaridad. Revista Chilena de Radiología. Vol. 16 Nº 2, año 2010. 51-51.   Fecha de consulta: 01/06/2017, 20:15 hrs. http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0717-93082010000200001&script=sci_arttext

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La mente clara, la cerveza obscura

Colectivo Paideia
13:25

Por: Jezz

No recuerdo cuando fue la primera vez que la probé, seguramente era pequeña  y puedo apostar que me supo amarga, pero hoy sé que es una bebida que disfruto cuando hace calor, hay algo que festejar, pasé un mal día, o mejor aún, cuando tengo algo que platicar con alguien y se puede compartir con un buen tarro frío de cerveza obscura; y estas son solo algunas de las de las razones por las que decidí escribir sobre la grandiosa cerveza.

Además, con la cerveza he hecho nuevos amigos, como los que encontré en mi bar favorito y venían desde Tijuana, sin pensar que les tocaría compartir mesa con unos chilangos que los guiarían para que supieran gozar la ciudad, o los que dejan de ser extraños en un puesto en el instante que se solidarizan contigo y te destapan la otra botella. A mi parecer la cerveza es una de las bebidas -junto con el café- más populares en todas las sociedades y en cualquier clase social, quiero creer que es porque se puede encontrar en todos los precios y, básicamente, en cualquier lugar, desde una tienda en la esquina o las artesanales en lugares establecidos.

La cerveza existe desde hace más tiempo del que yo pudiera pensar. Hay autores que ubican sus orígenes posterior al comienzo de la agricultura, en el año 11.000 a. C. Según el historiador belga Marcel Gocar, “hubo una época en que la cerveza se consumía en los templos, preparada y servida por las sacerdotisas”.[1]

En México, la historiadora María del Carmen Reyna, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, recorre en el libro “Historia de la cerveza en México” el azaroso camino de esta bebida en el territorio americano. Desde su llegada al Nuevo Mundo, tras la conquista española, pasando por los primeros intentos para su fabricación, la difícil etapa de aceptación durante la época novohispana, hasta su consolidación, durante el siglo XX, tanto en el gusto popular como en una floreciente industria mexicana.

Luego de indagar en numerosos archivos, la autora refiere que fue en 1542 cuando el monarca Carlos V autorizó que en la Nueva España se pudiera elaborar cerveza; misma que se producía en una fábrica establecida en Amecameca, Estado de México, y que dirigía el español Alfonso de Herrera. Con toda esta historia y tradición, hoy México se encuentra en el décimo lugar mundial en el consumo de cerveza. [2]

Con cerveza no hay tristeza

Y no lo digo precisamente yo, hace unos días leí que científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana (EE UU) han demostrado que el sabor de la cerveza por sí solo (sin alcohol) hace que se libere dopamina en el cerebro, un neurotransmisor relacionado con las sensaciones placenteras y la motivación que puede generar conductas adictivas.[3]

La cerveza no solo nos llena la barriga, también nos pone el corazón contento y es que basta un vaso al día para aumentar la salud cardíaca, gracias a que mejora el estado de los vasos sanguíneos y el flujo de sangre, además de hacer a las arterias más flexibles, de acuerdo con una investigación de la Universidad Harokopio en Atenas (Grecia).

Por su parte, Lina Badimón y sus colegas del Centro de Investigación Cardiovascular (CSIC-ICCC) demostraron, hace poco y en estudios en poblaciones de grave riesgo cardiovascular, que el consumo moderado de alcohol (de 10 a 30 gramos al día) se asocia con un menor riesgo de infarto de miocardio y la muerte, además de mejorar la formación de tejido reparativo después de sufrir un infarto. El efecto se debe, sobre todo, a que el lúpulo de la cerveza contiene un antioxidante llamado xanthohumol con efectos protectores en la salud cardiovascular.[4]

Así que después de escribir este artículo bien podré decirle a mi mamá que además de beber por gusto, bebo para mantenerme saludable. Tú, ¿qué cerveza prefieres? ¿Clara, obscura, de barril, artesanal, en lata o caguama? ¿Conoces algún otro dato acerca de la cerveza?




Referencias
[1] Desconocido. (- -). Historia de la cerveza, de Bavaria Sitio web: http://www.bavaria.co/la-cerveza/historia-de-la-cerveza, 6-junio-2017,16:30hrs.
[2] María del Carmen Reyna. (2013). Historia de la cerveza en México. 2017, de INAH Sitio web: http://www.inah.gob.mx/es/boletines/849-historia-de-la-cerveza-en-mexico, 7-junio-2017, 19:40hrs.
[3] Elena Sanz. (2013). El sabor de la cerveza libera dopamina en el cerebro., de Muy Interesante Sitio web: http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/el-sabor-de-la-cerveza-libera-dopamina-en-el-cerebro-451366106744, 8-junio-2017, 10:25hrs.

[4] Elena Sanz. (2013). Tres efectos saludables de beber cerveza., de Muy Interesante Sitio web: http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/tres-efectos-saludables-de-beber-cerveza-971375434548, 8-junio-2017, 10:40hrs.

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Enseñando a cuidar el medio ambiente

Colectivo Paideia
9:17

Por: Nadia Sierra Campos

Desde 1972, cada 5 de junio conmemoramos el Día Mundial del Medio Ambiente. Gobiernos y sociedad todos los años hacen énfasis en la necesidad de cuidar nuestro entorno, de preservar el medio ambiente, de proteger la biodiversidad, y hasta de preocuparnos por el calentamiento global.

Para hacer conciencia respecto de nuestras obligaciones frente al cuidado de la naturaleza, las y los ciudadanos debemos convertirnos en actores fundamentales del cambio que queremos ver en las ciudades o comunidades donde vivimos. Para ello, debemos entender las causas de los problemas que estamos viviendo y, sobre todo, saber aprovechar creativamente los potenciales que nos permitirán vivir en mejores lugares. En todo esto son cruciales la educación, la discusión, mirar otras experiencias, atreverse a hacer las cosas de manera distinta, dar los primeros pasos que se repliquen entre la familia, las y los vecinos, la comunidad.

El medio ambiente es todo lo que nos rodea, los árboles, la vegetación, los animales, el medio físico y también las otras personas. Cuando pensamos en contaminación tendemos a asociarla sólo con los problemas del agua, el aire o la basura, pero es un concepto mucho más amplio que incluye a las personas, su forma de relacionarse y sus valores.

Existe una interacción permanente entre las personas y su ambiente. Nuestra forma de vida es influida por nuestro entorno natural y cultural, y a su vez nuestras acciones modifican el ambiente. Por eso, para una persona resulta más saludable y se siente feliz viviendo en una ciudad con aire limpio en vez de una contaminada, o trabajando en un ambiente laboral amigable en vez de uno conflictivo.
 
Al entender esto, nos damos cuenta de la importancia de cuidar el medio ambiente y a veces no sabemos cómo o si será costoso. Así surgió la educación ambiental, para desarrollar valores, conocimientos, habilidades y aprender a vivir armónicamente con el medio ambiente.

También, los imperantes problemas ambientales han obligado a las autoridades a replantear la idea de la participación y el interés de la sociedad en situaciones importantes como: el cuidado de los bosques; la conservación de áreas naturales; la limpieza de calles, avenidas y jardines; la reducción, separación, reuso y reciclaje de residuos sólidos; así como la conservación de la fauna. Hechos que, sin lugar a dudas, requieren iniciativas de educación ambiental para fortalecer una participación comprometida con su entorno y su sociedad.

Una educación ambiental integral debe darse desde las aulas, en los niveles iniciales hasta los superiores. Quizá no todas las personas tenemos el privilegio de contar con esta enseñanza-aprendizaje; sin embargo, aquí les compartimos un par de ideas que pueden explorar en sus aulas y con sus estudiantes:

1. Primero, hay que enseñarles a valorar el medio ambiente y para ello es importante conocerlo, así podríamos incentivar paseos familiares al aire libre o ir con los estudiantes. Pueden ser plazas, parques o paseos a lugares cercanos en los que podamos apreciar los árboles, el tipo de animales que se encuentran allí, desde pequeños insectos hasta algunas aves o mamíferos.

2. Invita a tus estudiantes a ver programas sobre la naturaleza, algunos son muy entretenidos y siempre didácticos, por ejemplo ¿ustedes saben cómo tiene crías un puerco espín?

3. Haz que consulten en libros, revistas o internet acerca de textos e incluso juegos, que muestren la flora y fauna. En la web existen gran cantidad de páginas sobre temas ambientales y organizaciones que trabajan los temas (somosamigosdelatierra.org, Greenpeace o el Instituto de Ecología)

4. Enseña a reutilizar. Antes de tirar algo que parece inservible piensen en que otro uso pueden darle. Una buena idea que además ayuda a otras personas, es organizar intercambios o recolección de ropa usada, trastes que ya no se utilicen en casa, etc.

5. Fomentemos el consumo responsable; generen campañas de no uso de productos envasados, desechables o la cero impresión de documentos.

6. Una sugerencia que es súper útil en casa es limitar los tiempos a la hora del baño, reutilizar el agua de la lavadora para lavar el patio, apagar las luces que no estemos utilizando, desconectar los aparatos electrónicos que no estemos usando y separar los desechos, al menos en orgánicos e inorgánicos.


Como estos consejos, hay muchos más que podemos explorar y que no nos cuesta nada poner en práctica a nivel personal y en nuestras aulas; así podemos aportar con acciones al cuidado del medio ambiente.


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De visita por los museos

Colectivo Paideia
13:25

Por: Lucía Velasco


Quienes hemos crecido en el Ciudad de México tenemos este recuerdo de infancia o adolescencia: El maestro o la maestra de la escuela, pública o privada, nos encarga ir a ver una exposición determinada. Normalmente, la actividad consiste en ir al lugar –con mamá, papá o los amigos y amigas de la clase-, transcribir todo lo escrito en la museografía –hoy día, la mayoría toman fotos o papá o mamá lo hacen- realizar un recorrido relámpago y entregar el reporte correspondiente. 

Así, ¿cómo esperamos que los estudiantes vean en los museos espacios de aprendizaje y entretenimiento? ¿Cómo aprovechar la variedad museística con que cuenta esta enorme ciudad?

Según la Secretaría de Turismo, en la Ciudad de México existen 170 museos y 43 galerías, lo que la hace uno de los atractivos culturales más importantes del mundo. “Pintura, escultura, dibujo, litografías, grabado, fotografía, arte objeto, arte plumario, cerámica, talavera, muebles antiguos, textiles, objetos litúrgicos, joyería, archivos, material sonoro, documental, etnográfico y prehispánico, son parte de los acervos que se custodian”.[1] Sin importar lo que se estudie o la inquietud que se tenga, en esta ciudad contamos con suficientes museos para todos los gustos, para curiosear o cubrir nuestras diversas inquietudes.

Una de las actividades favoritas con mis estudiantes de universidad es asistir a museos. Casi todos los cursos planeo una salida a algún espacio cultural. La mayoría de las veces terminamos en la Cineteca Nacional -por las horas y opciones de programación que presenta-, aunque la verdad es que la misma dinámica del lugar no nos permite una verdadera convivencia, ya que ellos y ellas tienen la opción de eligir lo que quieren ver, así la mayoría de las veces nos distribuimos en varias salas.

Los museos, en cambio, nos permiten realizar una serie de actividades diferentes, empezando porque en la mayoría de los casos los cito en fin de semana o en día de asueto, a las diez de la mañana en la entrada del lugar. Algunas veces llegan con sus novios, novias, amigos o amigas, algunos con los esposos o esposas y hasta con el bebé; para muchos y muchas el atractivo empieza con que la maestra les acompañe y no sólo les mande a la exposición.

Desde hace algunos años, las propuestas museográficas permiten que los espectadores tengan una experiencia sensoria diferente a la tradicional (antes de la década de los noventa, casi siempre consistían en obra montada y explicaciones escritas colocadas en las paredes). En el Palacio de Bellas Artes, por ejemplo, asistir a una exposición –sin importar si es un fotógrafo de cine, una pintora reconocida, un maestro o maestra de las artes visuales o una retrospectiva sobre determinado tema- incluye pintura, video, audios, música, fotografía, escultura, objetos de la época, libros y memorias escritas; obra y material que se complementa con explicaciones impresas.

Salir con mis estudiantes siempre me deja una gran satisfacción, pero particularmente estas dos últimas ocasiones: la primera, a la celebración de los 10 años del Museo del Estanquillo, donde admiramos fotografías, libros, maquetas, mapas, cuadros sobre los habitantes y las formas de vida de la Ciudad de México; y la segunda, al Palacio de las Bellas Artes a la exposición Pinta la Revolución, fueron gratificantes, se dio una especie de complicidad con mis grupos.


Como me niego a parecer guía de turistas y explicar lo que están viendo -me gusta que exploren, lean, tomen su tiempo-, normalmente lo que hacemos es que entramos y cada quien va a su ritmo, es hasta que salimos del recorrido vienen los comentarios. En estas dos ocasiones no sucedió así. Aunque cada quien empezó por su lado, en ningún momento caminé sola, ni seguí un orden determinado. Todo el tiempo tuve a alguien cerca, preguntándome, llevándome de un lado a otro, haciendo reflexiones, hasta que me encontré en el centro de un círculo a mitad de la sala, rodeada de muchachas haciendo lluvia de ideas, quitándose la palabra por opinar, completándose las frases o llorando frente a una fotografía de más de cien años -que retrataba a una soldadera con su hijo y la miseria en que vivían- diciendo: “nosotros no valoramos lo que tenemos”; o bien seguida del grupo en el que se escuchaban frases como: “Nunca había venido a hacer esto un museo”, cabe aclarar que no habíamos ido más que a observar la obra y a comentarla.


Visitar un museo puede ser una experiencia única. Una oportunidad de aprender a ver la realidad a través de la mirada de los y las creadores. Apreciar la obra ahí expuesta como un testimonio de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que nos gustaría ser o de lo que queremos dejar de ser. Pintura, escultura, instalaciones, objetos de la vida cotidiana, fotografía, recortes de periódicos, murales, poesía, música… las artes al servicio de la memoria, como testimonio de las múltiples realidades que existen.

Otra de las razones por las que me gusta llevar a los estudiantes a los espacios culturales es porque creo que estudiar la universidad no es únicamente prepararse para obtener una certificación y adiestramiento en el oficio que vamos a ejercer en la vida, también conlleva tener una vida intelectual y deportiva.

Una sensibilización al arte y la cultura nos permite como seres humanos, apreciar la vida de la otredad tal y como es, colocarnos en los otros zapatos y entonces contribuir de manera diferente en la vida misma, la propia y la ajena, la del día a día, con la familia, con el grupo de amigos y amigas, como profesionistas, como ciudadanxs.

Les invito a experimentar con sus estudiantes salidas así. Los estudiantes de hoy, como los de cualquier época, sólo necesitan un empujoncito para encaminar las energías y explorar su mundo, nuestro mundo. Necesitan atención y entusiasmo, tiempo de convivencia, es interesante lo que como docentes podemos aprender de ellxs.




[1] El Universal. CDMX, una de las urbes con más museos en el mundo. Notimex. 17/05/2016. 18:59 hrs. http://www.eluniversal.com.mx/arti



culo/cultura/patrimonio/2016/05/17/cdmx-una-de-las-urbes-con-mas-museos-en-el-mundo. Mayo 23, 2017.

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