La violencia laboral hacia las mujeres

Colectivo Paideia
13:29

Por: Cinthia Godínez

Además del maltrato al que muchas mujeres se ven sometidas en la calle a diario, existen otros espacios en donde la viven; esta semana les hablaré específicamente sobre la violencia en el área laboral. Definiremos qué es y como suele manifestarse día a día.

Las Naciones Unidas definen la violencia hacia la mujer como "todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada"[1].

Ahora de manera particular, la violencia laboral se entiende como cualquier acción que obstaculice la contratación, el ascenso o la estabilidad en el trabajo, como por ejemplo: estado civil, maternidad, edad, apariencia física o buena presencia o solicitud de resultados de exámenes de laboratorios clínicos, así como el derecho a la igualdad de salario o el hostigamiento psicológico.

La Gaceta Parlamentaria del jueves 28 de febrero de 2013, refiere que: “El acoso laboral, conocido asimismo como acoso moral, y muy frecuentemente a través del término inglés mobbing ('acosar', 'hostigar', 'acorralar en grupo'), es tanto la acción de un hostigador u hostigadores conducente a producir miedo o terror en el trabajador afectado hacia su lugar de trabajo, como el efecto o la enfermedad que produce en el trabajador. Esta persona o grupo de personas reciben una violencia psicológica injustificada a través de actos negativos y hostiles en el trabajo por parte de sus compañeros, subalternos (vertical-ascendente) o superiores (vertical-descendente o el tradicional-boosing), de forma sistemática y recurrente, durante un tiempo prolongado, a lo largo de meses e incluso años. Lo que se pretende en último término con este hostigamiento, intimidación o perturbación es el abandono del trabajo por parte de la víctima o víctimas” [2].

La violencia hacia la mujer en el área laboral se puede analizar desde varios ángulos:

• Desde el punto de vista de l@s trabajador@s, ubicados en relación de dependencia y retribuidos por un salario.
• Desde el punto de vista de las mujeres que padecen la doble opresión, como trabajadoras y como mujeres.
• El reconocimiento a través de documentos públicos donde se reconoce que existe hacia la mujer una situación de discriminación.

Es importante distinguir ciertos conceptos en torno a la violencia laboral para familiarizarnos con ellos y en su caso apoyar. La ley establece la diferencia entre acoso y hostigamiento. El artículo 3o. bis, de la Ley Federal de Trabajo define como “acoso sexual una forma de violencia en la que hay un ejercicio abusivo del poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que haya o no una relación de subordinación”[3].

Mientras que el hostigamiento, según la legislación, es el “ejercicio del poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en el ámbito laboral, que se expresa en conductas verbales, físicas o ambas” [4].

Considero que los roles tradicionales instituidos por la sociedad siguen vigentes, y no ha sido posible aprovechar o valorar las competencias que poseemos los seres humanos sin dejar a un lado la etiqueta de género, por lo que siguen existiendo obstáculos para el desarrollo laboral de las mujeres.


Es necesario que se implante una política clara de prohibición del acoso en cada organización o empresa, que el personal tenga claro lo que es este y como combatirlo, que se difundan los procedimientos de respuesta frente a el, y que se indiquen y se hagan cumplir los procedimientos que usaría la empresa frente a los acosadores. En síntesis, que se detenga el acoso laboral, en sus múltiples expresiones y se brinde una respuesta inmediata y apoyo a la víctima del mismo.
Es importante señalar que, pese a que se presenta un panorama fatalista y que desafortunadamente es muy común, existen leyes federales, organismos, tratados e instancias, tanto nacionales como internacionales, que protegen a la víctima y penalizan las conductas de violencia hacia las mujeres y ante dicho fenómeno se puede actuar.

[1] Organización Mundial de la Salud. Violencia contra la mujer. Violencia de pareja y violencia sexual contra la mujer,nota descriptiva,  Septiembre de 2016. © Copyright Organización Mundial de la Salud (OMS), 2017. Reservados todos los derechos. http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs239/es/.  19 de enero, 2017 10:20 hrs.
[2] Gaceta Parlamentaria, Número 3718-VII,  jueves 28 de febrero de 2013.
http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/62/2013/feb/20130228-VII.html , 21 de Enero de 201, 18:04 hrs.
[3] Ley Federal del Trabajo. JUNTA FEDERAL DE CONCILIACIÓN Y ARBITRAJE - ALGUNOS DERECHOS RESERVADOS © 2012.
[4] Idem

 Fuentes consultadas:
Ley Federal del Trabajo, Nueva Ley publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1º de abril de 1970,  Texto vigente,  última reforma publicada DOF 12-06-2015. [Fecha de consulta: 18 Enero 2017, 23:45 hrs.].

Gaceta Parlamentaria, Número 3718-VII,  28 de febrero de 2013.

La violencia contra la mujer. Womens Health [Fecha de consulta 19 de Enero 2017, 10:34 hrs.] Disponible en: womenshealth.gov/espanol/violencia-contra-mujer.

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La sexualidad en personas con discapacidad intelectual

Colectivo Paideia
16:00

Por: Antonio Morales

Es importante que antes de abordar esta temática, tomemos en cuenta una premisa primordial y que debe estar latente en el trascurso de la lectura de este artículo: todas las personas tenemos, de forma general, las mismas necesidades afectivas y sexuales. Suena simple de entender, pero en ocasiones lo olvidamos o simplemente lo devaluamos.

Dicho lo anterior, aclaremos a qué se le llama discapacidad intelectual. Según la Organización Mundial de la Salud, discapacidad “es un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales. Por consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive”.

Por otro lado, la definición particular sobre discapacidad intelectual es proporcionada por la Asociación Americana de Discapacidades Intelectuales y del Desarrollo, AAIDD8 que permanece vigente -con una ligera modificación que sustituye el término retraso mental por el de discapacidad intelectual-: “La discapacidad intelectual se caracteriza por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento cognitivo como en conducta adaptativa tal y como se ha manifestado en habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad se origina antes de los 18 años”.

Hay que aclarar que, en términos generales, la discapacidad intelectual no afecta el deseo sexual de la persona, pero sí puede condicionar parcialmente su nivel de funcionamiento. La discapacidad intelectual puede afectar las habilidades de comunicación y la imagen de uno mismo, resultando un factor condicionante en el desarrollo de la vida emocional y sexual.

Las personas con discapacidad intelectual experimentan los mismos altibajos emocionales que cualquier persona, como tristeza, alegría, temores y satisfacciones, tienen necesidad de sentir cariño, amor y amistad por quienes les rodean, así como de sentirse queridas, atractivas y amadas. Se enamoran, tienen impulsos y deseos sexuales. Sin embargo, en muchas ocasiones, experimentan violación a sus derechos fundamentales. Por ejemplo, existen internados para personas con discapacidad intelectual, en los que se les opera para evitar que, al mantener relaciones sexuales surjan embarazos, eliminándoles su derecho humano de tener una familia.

Es triste ver que la realidad nos muestra que muchas veces las personas con discapacidad intelectual enfrentan desde su infancia una serie de barreras que condicionan sus posibilidades de desarrollarse en el terreno de la vida amorosa. La ignorancia y algunas actitudes sociales hacia la discapacidad en general, construyen y sostienen la mayoría de las barreras y limitaciones. Algunas de éstas son:

  La estigmatización social de las personas con discapacidad, al negar y reprimir su sexualidad.
  La sobreprotección y asilamiento que puede ocurrir en su ámbito familiar, hacen que disminuyan sus oportunidades de un desarrollo adecuado de su sexualidad, y estas conductas pueden afectar su autoestima al fomentarles una autopercepción de minusvalía.
  Estos prejuicios también provocan que las propias familias tengan dificultades a la hora de tomar en cuenta sus necesidades de educación sexual, y brindarles acceso a información preventiva.

Un aspecto que me gustaría resaltar tiene que ver con el proceso educativo de los sentimientos y la sexualidad, en donde es necesario generar un proceso de enseñanza-aprendizaje sobre las habilidades sociales, relaciones con los demás, la afectividad, los sentimientos, lo público y lo privado, el respeto a su propia persona y el respeto a la voluntad de los demás, etc.

Asimismo, la sociedad en general tiene pautas de conducta establecidas como “adecuadas” o “esperadas” para las personas que la conforman; entonces, hay que comunicarlas, de tal forma que la persona con discapacidad pueda abordar e interiorizar sus propias pautas de conducta tanto para ella como para los demás.

Debemos ayudar a que las personas con discapacidad intelectual disfruten de sus emociones y el placer de forma normal, positiva y gratificante, en un plano de igualdad, responsabilidad y respeto mutuo, considerando que la sexualidad no se reduce únicamente a la genitalidad.

No se requiere ser un profesional o un especialista para comprender y comunicarse con personas con discapacidad intelectual sobre su sexualidad. Basta con respetar sus tiempos, comprender sus necesidades y enseñarle algunas pautas básicas acerca del lugar y momento más adecuado para conversar sobre el tema. Puede llevar un tiempo encontrar la forma de comunicarnos, pero el resultado será muy valioso para ellos y gratificante para nosotros.

Las personas con discapacidad intelectual que necesitan mayores cuidados y apoyo, requerirán una atención muy personalizada y paciente hasta lograr expresar su sexualidad de una manera adecuada y positiva. Por ejemplo, es probable que les cueste comprender los conceptos de lo que es público y lo que es privado, y cuáles son las conductas más apropiadas en cada caso. Sin embargo, es nuestro deber encontrar muchas ocasiones en las cuales reforzar un mensaje útil y tranquilizador sobre este asunto.

En ocasiones asumimos que las personas con discapacidad intelectual no requieren de un desarrollo adecuado de su sexualidad, aspecto vital en el desarrollo de los seres humanos, negar esta necesidad es negarles su concepción como seres humanos. Para considerar una educación sexual adecuada el primer paso es reconocer que la necesidad existe y no podemos darle la espalda. Tenemos mucho trabajo por hacer.  

Referencias

Castillo Cuello, J. J. (2010). La sexualidad en personas con discapacidad. ¿Ficción o realidad? Revista Cubana de Medicina Física y Rehabilitación, 51-58.
Asociación Americana de Discapacidades Intelectuales y del Desarrollo (AAIDD), anteriormente denominada Asociación Americana sobre Retraso Mental (AAMR) Disponible en: http://aaidd.org/intellectual-disability/definition#.VWxx4kYas9E

Rodriguez Mayoral, J. M., López, F., Morentin, R., & Arias, B. (2006). afectividad y sexualidad en personas con discapacidad intelectual, una propuesta de trabajo. Revista Española sobre Discapacidad Intelectual, 23-40.

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Encontrarse a una misma: Simone de Beauvoir

Colectivo Paideia
12:48

Por: Lucía Velasco

"Había gente que había hecho cosas: yo las haría".
Simone de Beauvoir 
Memorias de una joven formal

Son muchos los adjetivos con los que se puede calificar a una mujer como Simone de Beauvoir: audaz, persistente, dedicada, brillante, excepcional, indomable; mi favorito: auténtica.

Simone de Beauvoir nació en París, Francia, el 9 de enero de 1908, y desde muy pequeña le quedó chica la piel que le diseñaron en su casa, así que decidió hacerse una a la medida.


Proveniente de una familia burguesa caída a clase media, como consecuencia de la Gran Guerra, Simone de Beauvoir fue educada en la ambivalencia: ser una chica convencionalmente formal con una buena educación para buscarse el sostén en la vida.

Desde el seno familiar, observa las diferencias entre las expectativas de lo que se espera del comportamiento y educación femenina a diferencia de la masculina, además de las expectativas morales que las clases sociales pretenden. Y, se revela ante ellas.

Fue así que su búsqueda por la verdad y su pasión por los libros la llevaron a exigirse siempre el máximo esfuerzo en sus estudios. A los 15 años había renunciado a la religión y decidido, sin renunciar a la posibilidad del amor, que no tendría hijos, buscaría trascender de otra forma: la docencia fue su primera opción; escritora, la segunda; ambas, el resultado.

“Sin embargo, perseveré en mi designio: servir… protesté en mi cuaderno que ni siquiera el gran hombre es un fin en sí: sólo se justifica si contribuye a elevar el nivel intelectual y moral de la comunidad humana”, escribiría años más tarde en Memorias de una joven formal, el primero de sus tres libros autobiográficos.

La fuerza de las cosas, La invitada, Hermosas imágenes, La plenitud de la vida, Los mandarines, Una muerte muy dulce, La mujer rota, son algunos de los títulos de su obra, que han quedado como legado para hacer la reflexión sobre múltiples temas que damos por establecidos, sin jamás cuestionarlos que los damos por hecho, por “naturales”.

Sin lugar a dudas, su libro más famoso es El segundo sexo (1949), catalogado como el ensayo feminista más importante de la segunda mitad del siglo pasado, por especialistas sobre el tema alrededor del mundo. Esta obra, organizada en dos partes, analiza a la mujer desde los puntos de vista: científico, histórico, psicológico, sociológico, ontológico y cultural. En ella afirma: “No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana…”. El segundo sexo es una reflexión crítica sobre la condición de la mujer.

Con La ceremonia del adiós (1981), ensayo que trata de los últimos años de vida del filósofo existencialista Jean- Paul Sartre, quien fuera su pareja sentimental e intelectual por 50 años, Simone se retira de la literatura.  Cinco años después, en 1986, a los 78 años de edad, murió en la misma ciudad que la vio nacer.

De Beauvoir estudió, viajó, defendió, experimentó, enseñó, protestó, escribió; fue la única mujer de la corriente existencialista -Sartre, Camus y ella-; escandalizó al mundo con su forma desenfadada y auténtica de vivir su vida, y hasta su muerte, alzó la voz en contra de las diferencias de género y de la injusticia social.

Su herencia intelectual sigue aquí para cuestionarnos hasta donde somos nosotras y hasta donde somos producto de lo que la cultura machista espera de la mujer.



Referencias:

De Beauvoir, Simone. Memorias de una joven formal. Ed. Sudamericana. Argentina. 1977. pp. 387.
Monsiváis, Carlos. Misógino Feminista. Ed. Debate Feminista y Océano. México. 2013. pp. 274.
Robles, Martha. Mujeres del siglo XX. FCE. México. 2005. pp. 414
Robles, Martha. Mujeres, mitos y diosas. Conaculta, FCE y Tezontle. México. 2003. pp. 337.

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Hoy por ti, mañana por mí

Colectivo Paideia
11:56

Por: Angeles Santiso

“Prefiero morir de pie que vivir siempre arrodillado”
Emiliano Zapata

Ancianos, viejos, abuelos. Distintas formas de nombrar a las personas mayores. Esas que repiten la misma historia vez tras vez, que caminan lento, a las que les duele todo, las pasadas de moda, las tercas… y así podría continuar describiendo una serie de adjetivos que les hemos adjudicado, la mayoría de ellos presentando una imagen de personas que ya no sirven.

La vejez es simplemente una etapa de desarrollo, que debe comprenderse desde una visión biopsicosocial, es decir, considerando varios factores aparte de la edad cronológica -60 años de edad, según la ONU-. El estado intelectual y emocional, el tipo de apoyo social con el que se cuenta, si se participa de alguna actividad productiva, entre otras variables, definen el tipo de vejez que se experimenta. En otras palabras, cada quien envejece diferente.

Sin embargo, en muchas ocasiones, medimos con el mismo rasero a todas las personas mayores, como si todas ellas dejaran de ser productivas de forma automática, o como si fueran incapaces de tomar decisiones correctas para sí mismas. Gradualmente, se les empieza a tratar como niñas o niños; o se considera que su punto de vista es inválido puesto que su perspectiva de la vida es de antaño y, en consecuencia, ya no aplica en este momento.

Afortunadamente, hay personas que honran a sus ancianos, les tratan con respeto, les procuran una vida digna y les ofrecen su cariño. Pero no podemos negar una realidad evidente: estamos lejos de contar con una cultura de la vejez, en la que las personas mayores sean consideradas, por la mayoría, como sujetos socialmente activos. Para corroborarlo, basta con echar un vistazo a lo que organismos como la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (OEA) y la Organización para las Naciones Unidas (ONU) han propuesto respecto a sus derechos.

La OEA (2015) determinó una serie de acuerdos dirigidos a promover, proteger y asegurar el pleno goce y el ejercicio de los derechos humanos de las personas mayores. Los derechos protegidos por dicha Convención son:

  •  Derecho a la vida y a la dignidad en la vejez.
  • Derecho a la igualdad y no discriminación por razones de edad.
  • Derecho a la independencia y a la autonomía.
  • Derecho a la seguridad y a una vida sin ningún tipo de violencia.
  • Derecho a la participación e integración comunitaria.
  • Derecho a la seguridad social.
  • Derecho al trabajo.
  • Derecho a un sistema integral de cuidados.
   
Por otro lado, varios años antes, la ONU (2002) propuso que “El Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento, 2002, requiere cambios de las actitudes, las políticas y las prácticas a todos los niveles y en todos los sectores, para que puedan concretarse las enormes posibilidades que brinda el envejecimiento en el siglo XXI.”

Con estas referencias, podemos hacer una evaluación del escenario en el que nos encontramos. Por ejemplo, el derecho al trabajo. ¿Cuántas organizaciones contratan a personas mayores de 50 años? ¿Cuántas incluyen en su personal a personas mayores, en puestos de mandos medios o superiores? Sólo uno de cada cuatro adultos mayores (25%) en México recibe pensión por sus años de servicio laboral en su vida productiva, señala un análisis del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (Hernández, 2016). Lo más alarmante de esta cifra es que aun recibiendo pensión, el dinero que perciben no es suficiente para satisfacer sus necesidades, por lo que requieren de seguir participando de la vida laboral.

Ahora, evaluemos el derecho a la vida y a la dignidad en la vejez. Dice la OEA (2015), que:

“Los Estados Parte tomarán medidas para que las instituciones públicas y privadas ofrezcan a la persona mayor un acceso no discriminatorio a cuidados integrales, incluidos los cuidados paliativos, eviten el aislamiento y manejen apropiadamente los problemas relacionados con el miedo a la muerte de los enfermos terminales, el dolor, y eviten el sufrimiento innecesario y las intervenciones fútiles e inútiles, de conformidad con el derecho de la persona mayor a expresar el consentimiento informado”.

Me pregunto si las instituciones de salud son cuidadosas con la información y el trato que brindan a las personas mayores. Y más aún ¿las familias son respetuosas de las decisiones que toman respecto a tratamientos médicos y otras cuestiones relacionadas con el tipo de vida que quieren tener?

Dice la ONU que cambiemos nuestra actitud hacia la vejez. Lograr cambios culturales al respecto, es una tarea que no sólo le corresponde al Estado, sino a todas las personas que constituimos al grupo social. ¿Y si empezamos por nuestros hogares? ¿Qué pasaría si les dedicamos más tiempo a nuestrxs ancianxs? ¿Y si les escuchamos con atención, aprendemos de sus experiencias de vida y les tratamos con respeto? Los pequeños cambios, logran grandes transformaciones, así que podemos comenzar hoy.

Referencias
Hernández, L. (3 de Marzo de 2016). Sin pensión, 75% de adultos mayores; crece pobreza en la vejez: análisis. Excelsior.
OEA. (2015). Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Washington, D.C.: OEA.
ONU. (2002). Informe de la Segunda. Nueva York: Naciones Unidas.

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