Hoy por ti, mañana por mí
11:56
Por: Angeles Santiso
“Prefiero morir de pie que vivir siempre
arrodillado”
Emiliano Zapata
Ancianos,
viejos, abuelos. Distintas formas de nombrar a las personas mayores. Esas que
repiten la misma historia vez tras vez, que caminan lento, a las que les duele
todo, las pasadas de moda, las tercas… y así podría continuar describiendo una
serie de adjetivos que les hemos adjudicado, la mayoría de ellos presentando
una imagen de personas que ya no sirven.
La
vejez es simplemente una etapa de desarrollo, que debe comprenderse desde una
visión biopsicosocial, es decir, considerando varios factores aparte de la edad
cronológica -60 años de edad, según la ONU-. El estado intelectual y emocional,
el tipo de apoyo social con el que se cuenta, si se participa de alguna
actividad productiva, entre otras variables, definen el tipo de vejez que se
experimenta. En otras palabras, cada quien envejece diferente.
Sin
embargo, en muchas ocasiones, medimos con el mismo rasero a todas las personas
mayores, como si todas ellas dejaran de ser productivas de forma automática, o
como si fueran incapaces de tomar decisiones correctas para sí mismas.
Gradualmente, se les empieza a tratar como niñas o niños; o se considera que su
punto de vista es inválido puesto que su perspectiva de la vida es de antaño y,
en consecuencia, ya no aplica en este momento.
Afortunadamente,
hay personas que honran a sus ancianos, les tratan con respeto, les procuran
una vida digna y les ofrecen su cariño. Pero no podemos negar una realidad
evidente: estamos lejos de contar con una cultura de la vejez, en la que las
personas mayores sean consideradas, por la mayoría, como sujetos socialmente
activos. Para corroborarlo, basta con echar un vistazo a lo que organismos como
la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores (OEA) y la Organización
para las Naciones Unidas (ONU) han propuesto respecto a sus derechos.
La OEA (2015) determinó una serie de acuerdos
dirigidos a promover, proteger y asegurar el pleno goce y el ejercicio de los
derechos humanos de las personas mayores. Los derechos protegidos por dicha
Convención son:
- Derecho a la vida y a la dignidad en la vejez.
- Derecho a la igualdad y no discriminación por razones de edad.
- Derecho a la independencia y a la autonomía.
- Derecho a la seguridad y a una vida sin ningún tipo de violencia.
- Derecho a la participación e integración comunitaria.
- Derecho a la seguridad social.
- Derecho al trabajo.
- Derecho a un sistema integral de cuidados.
Por
otro lado, varios años antes, la ONU (2002) propuso que “El Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento, 2002,
requiere cambios de las actitudes, las políticas y las prácticas a todos los
niveles y en todos los sectores, para que puedan concretarse las enormes
posibilidades que brinda el envejecimiento en el siglo XXI.”
Con
estas referencias, podemos hacer una evaluación del escenario en el que nos
encontramos. Por ejemplo, el derecho al trabajo. ¿Cuántas organizaciones
contratan a personas mayores de 50 años? ¿Cuántas incluyen en su personal a
personas mayores, en puestos de mandos medios o superiores? Sólo uno de cada
cuatro adultos mayores (25%) en México recibe pensión por sus años de servicio
laboral en su vida productiva, señala un análisis del Instituto de
Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (Hernández, 2016). Lo más alarmante de esta
cifra es que aun recibiendo pensión, el dinero que perciben no es suficiente
para satisfacer sus necesidades, por lo que requieren de seguir participando de
la vida laboral.
Ahora,
evaluemos el derecho a la vida y a la dignidad en la vejez. Dice la OEA (2015),
que:
“Los Estados Parte tomarán medidas
para que las instituciones públicas y privadas ofrezcan a la persona mayor un
acceso no discriminatorio a cuidados integrales, incluidos los cuidados
paliativos, eviten el aislamiento y manejen apropiadamente los problemas
relacionados con el miedo a la muerte de los enfermos terminales, el dolor, y
eviten el sufrimiento innecesario y las intervenciones fútiles e inútiles, de
conformidad con el derecho de la persona mayor a expresar el consentimiento
informado”.
Me
pregunto si las instituciones de salud son cuidadosas con la información y el
trato que brindan a las personas mayores. Y más aún ¿las familias son
respetuosas de las decisiones que toman respecto a tratamientos médicos y otras
cuestiones relacionadas con el tipo de vida que quieren tener?
Dice la
ONU que cambiemos nuestra actitud hacia la vejez. Lograr cambios culturales al
respecto, es una tarea que no sólo le corresponde al Estado, sino a todas las
personas que constituimos al grupo social. ¿Y si empezamos por nuestros hogares?
¿Qué pasaría si les dedicamos más tiempo a nuestrxs ancianxs? ¿Y si les escuchamos con atención, aprendemos de sus experiencias
de vida y les tratamos con respeto? Los pequeños cambios, logran grandes
transformaciones, así que podemos comenzar hoy.
Referencias
Hernández, L. (3 de Marzo de 2016). Sin pensión, 75% de
adultos mayores; crece pobreza en la vejez: análisis. Excelsior.
OEA. (2015). Convención Interamericana sobre la Protección
de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Washington, D.C.: OEA.
ONU. (2002). Informe
de la Segunda. Nueva York: Naciones Unidas.
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