La presión social como causa de depresión
15:07
Por: Antonio Morales
En mi experiencia como terapeuta he observado que, en
algunas ocasiones, las dificultades que experimentan los pacientes en el
reconocimiento de alguna sintomatología o trastorno, tienen que ver con el
miedo a cómo será visto por seres queridos o la sociedad en general. Suena
difícil de creer, pero actualmente, todavía existen estigmas o prejuicios hacia las personas con algún trastorno emocional o mental. Como
lo he platicado en artículos anteriores, el trastorno mental en ocasiones es
visto como algo voluntario del sujeto, esto tiene que ver con la dificultad de
entender el sufrimiento ajeno.
Por ejemplo, podemos imaginar lo doloroso que puede ser
para una persona su proceso de sanación con una ruptura de hueso, porque ésta
es visible: el yeso, la herida… Pero, ¿qué pasa con una depresión? En ese caso
es difícil ver de manera clara el origen del dolor, porque de hecho en algunas
ocasiones las depresiones no son tan visibles como las imaginamos. A menos que
tengamos conocimientos claros de la perturbación, puede ser difícil entender el
sufrimiento del otro. Algunas veces podemos asumir que una persona deprimida,
es una persona que se la pasa todo el día en su cama, sin querer hacer ninguna
actividad, pero en la mayoría de los casos, no es así; puede que convivamos
todos los días con personas deprimidas y no nos demos cuenta o incluso puede
ser que tengamos síntomas de depresión nosotrxs mismxs y no lo sepamos.
La depresión, tal y como nos dice la Organización
Mundial de la Salud (OMS), es la principal causa de deterioro en la salud
mental y afecta a 121 millones de personas en el mundo (World Health
Organization 2007). Concretamente, un reciente estudio europeo muestra que la
depresión y las fobias específicas constituyen los problemas mentales más
comunes en el continente europeo, con una prevalencia del 13% (Alonso et al.
2004).
Para definir a la depresión vamos a describirla como un
malestar que afecta a todo el cuerpo, al estado de ánimo y a los pensamientos:
afecta la forma en que unx come y duerme, el deseo sexual, la opinión de unx
mismx y el concepto de vida en general. Un trastorno depresivo no es un estado
de ánimo triste pasajero; tampoco es una señal de debilidad personal o una
condición que se pueda alejar a voluntad. Los síntomas pueden durar semanas,
meses o años.
Aunque es bien sabido que la depresión se puede abordar
desde diferentes perspectivas, en este artículo se pretende tratar como una
problemática social, debido a que es en este contexto donde la experiencia
sintomática cobra sentido. Es importante entender a la depresión como resultado
de las presiones socioestructurales ejercidas sobre el individuo (Álvaro
Estramiana, Garrido Luque, & Schweiger Gallo, 2010). Sabiendo esto, es
posible indagar acerca de las causas de dicho deterioro y sólo así tiene
sentido preguntarse por los factores que explican por qué unas personas o
grupos sociales tienen una mayor probabilidad de sufrir mayores síntomas
depresivos que otras.
Las presiones sociales juegan un rol muy importante
sobre la forma de pensar de todas las personas. Estas presiones sociales pueden
impulsar conductas saludables como el ejercicio y la dieta; sin embargo,
también pueden promover conductas con efectos negativos en la salud como el
consumo de alcohol o de otras sustancias. Es por lo anterior, que se puede
asumir que una adecuada integración social tendrá como resultado una buena
salud o una salud y bienestar más fortalecidos. Algunas veces esta presión
social se experimenta a partir de la comparación con otras personas o de
perseguir el ideal que la familia o los demás nos enseñaron. Al no lograrse
estos ideales, el individuo se enfrenta a la frustración, misma que en
ocasiones se experimenta como pesimismo o indefensión. Si no se cumple y uno no
está debidamente ubicado consigo mismo, nuestro grado de insatisfacción, desvaloración
e inseguridad le pueden conducir a la depresión. Con esto no queremos decir que
la presión social genera personas deprimidas, sin embargo, la presión social y
la forma en cómo se evalúa esta presión, nos hace más vulnerable afectando
nuestra autoestima y autoconcepto.
También se ha encontrado que el factor económico es un
desencadenante de la depresión. Algunos estudios han señalado que las personas
que pertenecen a las clases sociales más desfavorecidas, son las que tienen una
mayor probabilidad de sufrir en sus vidas acontecimientos que afectan su
autoimagen. También los recursos para enfrentarse a dichas situaciones y las
redes sociales de apoyo varían en función de la posición en la estructura
social (Ross & Sastry, 1999), haciéndolos de esta forma propensos a padecer
depresión o síntomas relacionados con malestares en el estado de ánimo. Algunos
autores han relatado que la influencia de los eventos puede depender más de la
vulnerabilidad del sujeto que de su impacto. Puede haber un amplio conjunto de
estresores que favorezcan o intervengan en la aparición de la depresión, como
por ejemplo: la disminución de ingresos, el decremento de apoyo social, la
jubilación y otros cambios en los roles y las redes sociales.
En conclusión, es importante señalar que, en el tratamiento
o reconocimiento de la depresión, hay que vislumbrar las consecuencias de las
relaciones entre el individuo y su contexto social. En este sentido, el avance
de las personas depresivas no debe señalarse, únicamente, como el cambio de sus
estilos de pensamiento, sino trabajar también en la transformación tanto de las
condiciones sociales que influyen en su integración social como de las
interacciones sociales en las que se construye su autoestima. El mejor
conocimiento de los diferentes factores implicados en la depresión, ayudará a
explicar este fenómeno en las personas que la padecen, al mismo tiempo que
facilitará la evaluación y la planificación de programas preventivos y
tratamientos.
Referencias
Alonso, J., M. C. Angermeyer, S. Bernet, R. Bruffaerts, T. S. Brugha, H.
Bryson et al. (2004). “Prevalence of mental disorders in Europe :
results from the European Study of the Epidemiology of Mental Disorders
(ESEMeD) project”. Acta
Psychiatrica Scandinavica: 21–27.
Álvaro Estramiana,
J. L., Garrido Luque, A., & Schweiger Gallo, I. (2010). Causas Sociales de
la Depresión. Revista Internacional de
Sociología (RIS), 333-348.
Ross, C. E., & Sastry, J. (1999). The Sense of Personal Control Social—Structural Causes and Emotional
Consequences. Nueva York: Kluwer Academia.
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