Estereotipos y prejuicios sociales que inhiben la inclusión

Colectivo Paideia
12:35

Por: Antonio Morales

Los estereotipos y prejuicios son barreras u obstáculos que dificultan o limitan el aprendizaje, la participación y la convivencia en condiciones de equidad. Por ejemplo, la falta de recursos o de experiencia o la existencia de un programa, de métodos de enseñanza y de actitudes inadecuadas pueden limitar la presencia, la participación y el aprendizaje de determinados alumnos y alumnas. López Melero (2011) menciona que el desarrollo de prácticas inclusivas requiere que para que las barreras puedan ser eliminadas han de ser previamente conocidas y comprendidas por el profesorado, sin este reconocimiento, las barreras permanecerán. El punto inicial de cualquier cambio es a partir del análisis de por qué está ocurriendo lo que está ocurriendo en ese contexto.


Por otro lado, las barreras están en el entorno de las personas, pueden ser físicas, actitudinales o de prácticas educativas. Para lograr una escuela incluyente se requiere construir una sociedad incluyente, con diferencias y particularidades, con nuestras dotes y habilidades, con nuestros conocimientos e ignorancias. Una sociedad democrática no de nombre, sino en la práctica, que haga sentir a todos sus miembros, a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones para participar de la vida política, económica, social, cultural, con acceso a todos los servicios      -particularmente salud, educación y vivienda-.

Juárez Núñez, Comboni Salinas y Garnique Castro (2010) puntualizan que una sociedad que dé cabida a todos sin importar condición social, sexo, edad, creencias u origen étnico, y considerando los mismos derechos y obligaciones sin privilegios ante la ley y de ninguna clase, es una sociedad inclusiva, que brinda oportunidades para todxs, sin la ideología de que ofrece las mismas oportunidades a todo mundo o que hace iguales, porque, de hecho, existen diferencias, no sólo las mencionadas anteriormente, sino también de capacidades intelectuales, de intereses, de oportunidades sociales y de preparación remota, en otros términos: existen clases sociales (Juárez Núñez, Comboni Salinas, & Garnique Castro, 2010).

Aunque se puede decir que existen gran cantidad de actitudes, en función de la situación, de los sentimientos, de los objetos, etc., se van a nombrar aquellas que de una forma u otra, influyen o pueden influir de manera más directa en el rechazo hacia la atención a la diversidad y en la forma negativa de percibir ésta. Siguiendo a Pastor (2000) que se centra en tres tipos de actitud:

a)      El prejuicio se considera una actitud porque tiene los tres componentes de ésta: cognitivo (se piensa mal de algo o alguien), afectivo (provoca desprecio, desagrado o miedo) y conductual (produce reacciones hostiles contra el objeto o sujeto). Normalmente, cuando hablamos de actitudes prejuiciadas nos referimos a las actitudes que hacen referencia a grupos minoritarios. Podemos definir el prejuicio como: “el mantenimiento de posturas sociales despectivas o de creencias cognitivas, la expresión de sentimientos negativos, o la exhibición de conducta hostil o discriminatoria hacia miembros de un grupo en tanto que miembros de ese grupo” (Brown, 1998, p. 27).

De acuerdo a lo anterior, se puede asumir al prejuicio como una construcción social, es decir, las creencias y conductas son socialmente compartidas por un grupo de sujetos, hacia otro sujeto o sujetos pertenecientes a un grupo determinado. Pero al hablar de sujeto, no se percibe éste como individual, sino que es categorizado según sus características, dentro de un grupo u otro. Esta categorización es el paso previo al prejuicio (Brown, 1998).

El ser humano, suele simplificar el mundo que lo rodea, esto lo hace empleando categorías que le permiten ordenar los hechos, situaciones o personas en función de sus parecidos y diferencias. Las categorías sociales tienden a ver a los miembros de su grupo más homogéneos de lo que en realidad son y por el contrario, encuentran más diferencias con los miembros de otros grupos. La categorización acentúa las diferencias entre grupos y disminuye éstas dentro de cada categoría. Además, habitualmente atribuimos características determinadas a los miembros de un grupo por el simple hecho de pertenecer a ese grupo. Se estaría  hablando de los estereotipos. Éstos se derivan de las categorizaciones e influyen en nuestras expectativas sobre la actuación de los sujetos y en los juicios de valor que hacemos sobre ellos (Díaz Pareja, 2002).

b)      La xenofobia es un tipo de prejuicio que normalmente desarrollan las personas que habitan en zonas donde coexisten dos o más grupos raciales, lingüísticos, religiosos, culturales, etc., sin que todos ellos se integren en una misma comunidad. Esto da lugar a actitudes de rechazo entre los distintos grupos, bien porque siente la amenaza que puede suponer la influencia de culturas diferentes o simplemente porque se rechaza aquello que es diferente a la propia cultura manifestando sentimientos de superioridad y segregación. Como toda actitud prejuiciada, la xenofobia no es innata o natural, sino que se adquiere culturalmente y es socialmente fomentada (Pastor, 2000).

De acuerdo a lo mencionado, podemos remarcar que  no basta con las campañas persuasivas tradicionales, ya que las personas, en general, suelen estar convencidas de que no son racistas. Es necesario, modificar de raíz las relaciones que se establecen entre la persona que es racista y la persona que sufre este comportamiento. Por ello, se deberían cambiar las relaciones sociales. Por último, para llegar a cambiar realmente las actitudes xenófobas o racistas, es preciso hacer caer en la cuenta a los individuos de que poseen dichas actitudes, que éstas son incongruentes con sus expectativas y que socialmente no son aceptadas. Si se crea este conflicto interno, es posible que se dé un cambio (Díaz Pareja, 2002).

c)      El dogmatismo está relacionado con actitudes autoritarias y con convicciones fuertemente asumidas y cerradas sobre la realidad y los fenómenos que tienen lugar en ella. Pastor (2000) señala que las personas dogmáticas serían aquellas que demuestran una gran cerrazón mental o una adherencia tan rígida a cualquier ideología, que se autoincapacitarían para la creatividad, la evolución, y favorecerían en ellas emociones fuertes, conductas de intransigencia o intolerancia.

Las personas autoritarias suelen proceder de ambientes familiares muy restrictivos y competitivos, siendo su actitud una proyección de la frustración contenida o reprimida en la infancia. Además, suelen ser personas muy egocéntricas e intolerantes, sobre todo con las minorías. De este modo, cuando una persona discrimina o rechaza abiertamente a las personas pertenecientes a otros grupos -sociales, culturales, étnicos, religiosos...-, y además lo hace de una forma agresiva, entendida ésta tanto verbal como física, puede deberse a sentimientos de frustración que el individuo ha experimentado en el seno familiar (Díaz Pareja, 2002).

Aunque se están haciendo progresos importantes en el reconocimiento de los derechos y de la igualdad de las personas con discapacidad. Todavía son muchos los casos en los que encuentran obstáculos importantes para llevar una vida plena y participar, en pie de igualdad, en las actividades que desarrollan los demás ciudadanos.

Algunos de esos obstáculos se dan en ámbitos tan cruciales como el acceso a la educación y al empleo, que determinan las posibilidades de desarrollo personal, de integración y participación social en nuestras sociedades. Se podría decir que existe un tipo de discriminación basada en el rechazo, el miedo y el desconocimiento, que está presente prácticamente en todas las actividades de la vida diaria de las personas con discapacidad (Jiménez Lara & Huete García, 2002).
 
Se puede considerar la persistencia de muchas dificultades ligadas a la accesibilidad a determinados espacios, así como de las barreras de comunicación y lenguaje, que están presentes en muchas de las situaciones consideradas como discriminatorias. Esto también se nota en el diseño de los bienes, productos y servicios a disposición del público ya que no se tiene en cuenta, en muchos casos, las necesidades de las personas con discapacidad. Ni siquiera los servicios de la Sociedad de la Información, de concepción y diseño reciente que tanto podrían contribuir a la reducción de los niveles de discriminación, son accesibles para todas las personas con discapacidad (Jiménez Lara & Huete García, 2002). Estas dificultades muchas veces son puestas por las diferentes costumbres de la sociedad, aspecto que se plantea en el siguiente apartado.

Referencias

Brown, R. (1998). Prejuicio: su psicología social. Madrid: Alianza.
Díaz Pareja, E. (2002). El factor actitudinal en la atención a la diversidad. Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 151 - 165.
Jiménez Lara, A., & Huete García, A. (2002). La Discriminación por Motivos de Discapacidad. España: CERMI.
Juárez Núñez, J. M., Comboni Salinas, S., & Garnique Castro, F. (2010). De la educación especial a la educación inclusiva. Dossier: Procesos educativos en América Latina: política, mercado y sociedad, 41-83.
López Melero, M. (2011). Barreras que Impiden la Escuela Inclusiva y Algunas Estrategias para Construir una Escuela sin Exclusiones. Innovación Educativa, 37-54.
Pastor, G. (2000). Conducta interpersonal. Ensayo de Psicología Social sistemática. Salamanca: Servicio de publicaciones de la Universidad.


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