Estereotipos y prejuicios sociales que inhiben la inclusión
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Por: Antonio Morales
Los estereotipos y prejuicios son barreras u obstáculos
que dificultan o limitan el aprendizaje, la participación y la convivencia en
condiciones de equidad. Por ejemplo, la falta de recursos o de experiencia o la
existencia de un programa, de métodos de enseñanza y de actitudes inadecuadas
pueden limitar la presencia, la participación y el aprendizaje de determinados
alumnos y alumnas. López Melero (2011) menciona que el desarrollo de prácticas
inclusivas requiere que para que las barreras puedan ser eliminadas han de ser
previamente conocidas y comprendidas por el profesorado, sin este
reconocimiento, las barreras permanecerán. El punto inicial de cualquier cambio
es a partir del análisis de por qué está ocurriendo lo que está ocurriendo en
ese contexto.
Por otro lado, las barreras están en el entorno de las
personas, pueden ser físicas, actitudinales o de prácticas educativas. Para
lograr una escuela incluyente se requiere construir una sociedad incluyente,
con diferencias y particularidades, con nuestras dotes y habilidades, con
nuestros conocimientos e ignorancias. Una sociedad democrática no de nombre,
sino en la práctica, que haga sentir a todos sus miembros, a todos los
ciudadanos en igualdad de condiciones para participar de la vida política,
económica, social, cultural, con acceso a todos los servicios -particularmente salud, educación y
vivienda-.
Juárez Núñez, Comboni Salinas y Garnique Castro (2010)
puntualizan que una sociedad que dé cabida a todos sin importar condición
social, sexo, edad, creencias u origen étnico, y considerando los mismos
derechos y obligaciones sin privilegios ante la ley y de ninguna clase, es una
sociedad inclusiva, que brinda oportunidades para todxs, sin la ideología de
que ofrece las mismas oportunidades a todo mundo o que hace iguales, porque, de
hecho, existen diferencias, no sólo las mencionadas anteriormente, sino también
de capacidades intelectuales, de intereses, de oportunidades sociales y de
preparación remota, en otros términos: existen clases sociales (Juárez Núñez,
Comboni Salinas, & Garnique Castro, 2010).
Aunque se puede decir que existen gran cantidad de
actitudes, en función de la situación, de los sentimientos, de los objetos,
etc., se van a nombrar aquellas que de una forma u otra, influyen o pueden
influir de manera más directa en el rechazo hacia la atención a la diversidad y
en la forma negativa de percibir ésta. Siguiendo a Pastor (2000) que se centra
en tres tipos de actitud:
a) El prejuicio se
considera una actitud porque tiene los tres componentes de ésta: cognitivo (se
piensa mal de algo o alguien), afectivo (provoca desprecio, desagrado o miedo)
y conductual (produce reacciones hostiles contra el objeto o sujeto).
Normalmente, cuando hablamos de actitudes prejuiciadas nos referimos a las
actitudes que hacen referencia a grupos minoritarios. Podemos definir el
prejuicio como: “el mantenimiento de posturas sociales despectivas o de
creencias cognitivas, la expresión de sentimientos negativos, o la exhibición
de conducta hostil o discriminatoria hacia miembros de un grupo en tanto que
miembros de ese grupo” (Brown, 1998, p. 27).
De acuerdo a lo anterior, se puede asumir al prejuicio
como una construcción social, es decir, las creencias y conductas son
socialmente compartidas por un grupo de sujetos, hacia otro sujeto o sujetos
pertenecientes a un grupo determinado. Pero al hablar de sujeto, no se percibe
éste como individual, sino que es categorizado según sus características,
dentro de un grupo u otro. Esta categorización es el paso previo al prejuicio
(Brown, 1998).
El ser humano, suele simplificar el mundo que lo
rodea, esto lo hace empleando categorías que le permiten ordenar los hechos,
situaciones o personas en función de sus parecidos y diferencias. Las
categorías sociales tienden a ver a los miembros de su grupo más homogéneos de
lo que en realidad son y por el contrario, encuentran más diferencias con los
miembros de otros grupos. La categorización acentúa las diferencias entre
grupos y disminuye éstas dentro de cada categoría. Además, habitualmente
atribuimos características determinadas a los miembros de un grupo por el
simple hecho de pertenecer a ese grupo. Se estaría hablando de los estereotipos. Éstos se
derivan de las categorizaciones e influyen en nuestras expectativas sobre la
actuación de los sujetos y en los juicios de valor que hacemos sobre ellos
(Díaz Pareja, 2002).
b) La xenofobia es un
tipo de prejuicio que normalmente desarrollan las personas que habitan en zonas
donde coexisten dos o más grupos raciales, lingüísticos, religiosos,
culturales, etc., sin que todos ellos se integren en una misma comunidad. Esto
da lugar a actitudes de rechazo entre los distintos grupos, bien porque siente
la amenaza que puede suponer la influencia de culturas diferentes o simplemente
porque se rechaza aquello que es diferente a la propia cultura manifestando
sentimientos de superioridad y segregación. Como toda actitud prejuiciada, la
xenofobia no es innata o natural, sino que se adquiere culturalmente y es
socialmente fomentada (Pastor, 2000).
De acuerdo a lo mencionado, podemos remarcar que no basta con las campañas persuasivas
tradicionales, ya que las personas, en general, suelen estar convencidas de que
no son racistas. Es necesario, modificar de raíz las relaciones que se
establecen entre la persona que es racista y la persona que sufre este
comportamiento. Por ello, se deberían cambiar las relaciones sociales. Por
último, para llegar a cambiar realmente las actitudes xenófobas o racistas, es preciso
hacer caer en la cuenta a los individuos de que poseen dichas actitudes, que
éstas son incongruentes con sus expectativas y que socialmente no son
aceptadas. Si se crea este conflicto interno, es posible que se dé un cambio
(Díaz Pareja, 2002).
c) El dogmatismo está
relacionado con actitudes autoritarias y con convicciones fuertemente asumidas y cerradas sobre la realidad y los fenómenos
que tienen lugar en ella. Pastor (2000) señala que las personas dogmáticas
serían aquellas que demuestran una gran cerrazón mental o una adherencia tan
rígida a cualquier ideología, que se autoincapacitarían para la creatividad, la
evolución, y favorecerían en ellas emociones fuertes, conductas de
intransigencia o intolerancia.
Las personas autoritarias suelen proceder de ambientes
familiares muy restrictivos y competitivos, siendo su actitud una proyección de
la frustración contenida o reprimida en la infancia. Además, suelen ser
personas muy egocéntricas e intolerantes, sobre todo con las minorías. De este
modo, cuando una persona discrimina o rechaza abiertamente a las personas
pertenecientes a otros grupos -sociales, culturales, étnicos, religiosos...-, y
además lo hace de una forma agresiva, entendida ésta tanto verbal como física,
puede deberse a sentimientos de frustración que el individuo ha experimentado
en el seno familiar (Díaz Pareja, 2002).
Aunque se están haciendo progresos importantes en el
reconocimiento de los derechos y de la igualdad de las personas con
discapacidad. Todavía son muchos los casos en los que encuentran obstáculos
importantes para llevar una vida plena y participar, en pie de igualdad, en las
actividades que desarrollan los demás ciudadanos.
Algunos de esos obstáculos se dan en ámbitos tan
cruciales como el acceso a la educación y al empleo, que determinan las
posibilidades de desarrollo personal, de integración y participación social en
nuestras sociedades. Se podría decir que existe un tipo de discriminación
basada en el rechazo, el miedo y el desconocimiento, que está presente
prácticamente en todas las actividades de la vida diaria de las personas con
discapacidad (Jiménez Lara & Huete García, 2002).
Se puede considerar la persistencia de muchas
dificultades ligadas a la accesibilidad a determinados espacios, así como de
las barreras de comunicación y lenguaje, que están presentes en muchas de las
situaciones consideradas como discriminatorias. Esto también se nota en el
diseño de los bienes, productos y servicios a disposición del público ya que no
se tiene en cuenta, en muchos casos, las necesidades de las personas con
discapacidad. Ni siquiera los servicios de la Sociedad de la Información, de
concepción y diseño reciente que tanto podrían contribuir a la reducción de los
niveles de discriminación, son accesibles para todas las personas con
discapacidad (Jiménez Lara & Huete García, 2002). Estas dificultades muchas
veces son puestas por las diferentes costumbres de la sociedad, aspecto que se
plantea en el siguiente apartado.
Referencias
Brown, R. (1998). Prejuicio: su
psicología social. Madrid: Alianza.
Díaz Pareja, E. (2002). El factor
actitudinal en la atención a la diversidad. Profesorado, revista de
currículum y formación del profesorado, 151 - 165.
Jiménez Lara, A., & Huete García, A.
(2002). La Discriminación por Motivos de Discapacidad. España: CERMI.
Juárez Núñez, J. M., Comboni Salinas,
S., & Garnique Castro, F. (2010). De la educación especial a la educación
inclusiva. Dossier: Procesos educativos en América Latina: política, mercado
y sociedad, 41-83.
López Melero, M. (2011). Barreras que
Impiden la Escuela Inclusiva y Algunas Estrategias para Construir una Escuela
sin Exclusiones. Innovación Educativa, 37-54.
Pastor, G. (2000). Conducta
interpersonal. Ensayo de Psicología Social sistemática. Salamanca: Servicio
de publicaciones de la Universidad.
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